viernes, 20 de mayo de 2011

Definición de trastorno mental

Un trastorno mental es un síndrome o un patrón psicológico de significación clínica, que suele aparecer vinculado a un malestar o una discapacidad. En este sentido, cabe destacar que una enfermedad mental es una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo, que se traduce en trastornos del razonamiento, del comportamiento, de la comprensión de la realidad y de la adaptación a las condiciones de la vida.
Trastorno mentalLos trastornos mentales pueden ser ocasionados por factores biológicos (ya sean genéticos, neurológicos, etc.), ambientales o psicológicos. Por eso requieren de una atención multidisciplinaria que permita mejorar la calidad de vida de la persona.
Aunque existen diversas categorías de trastornos mentales, las principales hacen referencia a los trastornos neuróticos y los trastornos psicóticos.

Los trastornos neuróticos afectan la percepción del sujeto sobre sí mismo y el nivel de aceptación del Yo. Sin embargo, no suponen una desconexión con la realidad ni un alejamiento importante de la vida social.
Los trastornos psicóticos, en cambio, pueden incluir alucinaciones, delirios y una grave alteración afectiva y relacional. Por lo general, están determinados por factores orgánicos de importancia.
Es importante tener en cuenta que la definición de trastorno mental ha cambiado con el tiempo. Hasta 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluía a la homosexualidad y la transexualidad en su listado de trastornos mentales.

Por otra parte, la salud mental es definida como el completo bienestar psíquico y social, mientras que un trastorno mental implica la pérdida de dicho bienestar por motivos de distinta índole.

Definición de trastorno de personalidad

Un trastorno de personalidad está determinado por un conjunto de afecciones psiquiátricas que alteran el normal desarrollo de las relaciones interpersonales. Aunque su causa no puede ser determinada con exactitud, los especialistas hablan de la existencia de diversos factores genéticos y ambientales que contribuyen a su desarrollo.
Trastorno de personalidadLa personalidad es un patrón complejo de características psicológicas que definen a un individuo. A partir de su personalidad, una persona da significado a su entorno, construye su propia imagen e interactúa con el medio. Cuando aparece un trastorno de personalidad, el sujeto no puede adaptarse a las diferentes situaciones de la vida cotidiana, ya que su personalidad se vuelve inflexible y funciona de forma distorsionada.

Dos de los principales componentes de la personalidad son el temperamento (que es innato y no se puede modificar pero sí controlar) y el carácter  (que se forma con la experiencia). Las fallas en el desarrollo de la persona inciden en el temperamento y en el carácter y pueden derivar en un trastorno de personalidad.
La ansiedad, la depresión, el elevado nivel de estrés y los ataques de pánico pueden ser síntomas de estos trastornos.

Entre los distintos tipos de trastornos de la personalidad aparecen los trastornos antisociales, histriónicos, obsesivo-compulsivos, evasivos, narcisistas, esquizoides y paranoicos.
Los especialistas dividen estos trastornos en tres grandes tipos: Grupo A, donde incluyen a los desórdenes excéntricos; Grupo B, que abarca a los desórdenes dramáticos, emocionales o erráticos; y Grupo C, para los trastornos ansiosos o temerosos.

El tratamiento de los trastornos de personalidad incluye las psicoterapias  y el uso de fármacos. El suministro de remedios variará de acuerdo al tipo de trastorno y a la reacción del paciente.

Definición de trastorno de ansiedad

Un trastorno es una alteración de la salud o un estado de enajenación mental. El concepto hace referencia a un desequilibrio que perturba el sentido o la conducta de un sujeto.
Trastorno de ansiedadLa ansiedad, por su parte, es un estado de inquietud o agitación del ánimo. Aunque no siempre es patológica (sino que es una emoción común que cumple con una función vinculada a la supervivencia), la ansiedad puede acompañar a algunas enfermedades como la neurosis.
En un estado de ansiedad, el sistema dopaminérgico del organismo se pone en funcionamiento como una respuesta frente a ciertos problemas o peligros. Cuando esta característica innata se transforma en patológica, estamos ante la presencia de un trastorno de ansiedad.

Existen diversos tipos de trastornos de ansiedad. El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) presenta una preocupación excesiva y constante respecto a diversos temas, pese a que el individuo no esté sufriendo ningún problema importante en particular. El TAG se refleja en problemas para dormir, irritabilidad, cansancio frecuente y contracturas musculares.

Los trastornos de ansiedad secundarios están vinculados al consumo de ciertas sustancias (como la cafeína, la marihuana o la cocaína), a una condición médica (hipertiroidismo, hipoglucemia) o a otros trastornos psicológicos (fobias, anorexia nerviosa u otros).

Por último, podemos mencionar a los trastornos de ansiedad social, que aparecen relacionados con los encuentros y reuniones sociales. De esta forma, quienes padecen este trastorno se sienten incómodos e inseguros cuando mantienen conversaciones o participan de fiestas, por ejemplo. El problema radica en el temor exagerado a ser objeto de un juicio negativo por parte del otro.

Definición de retardo mental

El retardo mental (también conocido como retraso mental o deficiencia mental) es una afección que se diagnostica antes de los 18 años de edad y supone que el individuo que lo padece presenta un funcionamiento intelectual que se ubica por debajo del promedio.
Retardo mentalEl retardo mental está formado por una serie de trastornos de naturaleza psicológica, biológica o social, que determinan una carencia de las habilidades necesarias para la vida cotidiana.

Por lo general, se considera que una persona sufre retardo mental cuando su funcionamiento intelectual es inferior al coeficiente intelectual de 70-75 y cuando presenta limitaciones significativas en dos o más áreas de las habilidades adaptativas.

Los médicos apenas logran detectar la razón específica del retardo en el 25% de los casos. Cabe destacar que estos trastornos afectan a entre el 1 y el 3% de la población mundial.

Es posible establecer distintos grados de deterioro a partir del retraso mental, desde el retardo leve o limítrofe hasta el retardo con profundo deterioro. Sin embargo, los especialistas prefieren no centrarse en el grado de retardo y trabajar en la intervención y cuidados para mejorar la calidad de vida del sujeto.
La disminución de la capacidad de aprendizaje, la falta de curiosidad, la incapacidad para responder en la escuela y la persistencia del comportamiento infantil son algunos síntomas del retardo mental.

Entre los factores de riesgo vinculados a la aparición de retardo mental aparecen las anomalías cromosómicas, genéticas o metabólicas, las infecciones (como la toxoplasmosis congénita, la encefalitis o la meningitis), la desnutrición, los traumatismos y la exposición intrauterina a las anfetaminas, cocaína u otras drogas.

Definición de salud mental

 La salud mental suele ser definida como el estado de equilibrio entre una persona y su entorno socio-cultural. Este estado  garantiza al individuo su participación laboral, intelectual y social para alcanzar un bienestar y calidad de vida. Aunque el concepto de salud mental nace por analogía a la salud física, trata de fenómenos más complejos.

Salud mentalPor eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS)  ha asegurado que no existe una definición oficial acerca de la salud mental, ya que ésta siempre aparece influenciada por las diferencias culturales y la subjetividad.

De todas formas, puede decirse que la salud mental es un estado de bienestar emocional y psicológico, en el cual el individuo es capaz de hacer uso de sus habilidades emocionales y cognitivas, funciones sociales y de responder a las demandas ordinarias de la vida cotidiana.
Cabe destacar que la ausencia de una enfermedad mental no implica que el individuo goce de buena salud mental. El seguimiento del comportamiento cotidiano de una persona es la mejor forma de conocer el estado de su salud mental.

También hay que tener en cuenta que la salud mental no es una dimensión separada de la salud física, tal como lo recuerda la famosa sentencia latina “mens sana in corpore sano”. Existen evidentes conexiones entre las enfermedades mentales y las biológicas.

Los psicólogos aseguran que la salud mental debe ser promovida a nivel individual (con la motivación de los recursos propios de la persona a través de estímulos en la autoestima), a nivel comunitario (con una cohesionada inclusión social) y a nivel oficial (con planes estatales y acceso a la salud pública).


Trastornos mentales. Clasificación.

Son afecciones o síndromes psíquicos y comportamentales, radicalmente opuestos a los propios de los individuos que gozan de buena salud mental. En general, son causa de angustia y deterioro en importantes áreas del funcionamiento psíquico, afectando al equilibrio emocional, al rendimiento intelectual y al comportamiento social adaptativo. Se han descrito a través de la historia y en todas las culturas, pese a la vaguedad y dificultades de definición de este tipo de trastornos. 

A lo largo de la historia, y hasta tiempos relativamente recientes, la locura no se consideraba enfermedad, sino un problema moral —el extremo de la depravación humana—, o espiritual —casos de maldición o de posesión demoníaca—. Después de unos tímidos inicios, a comienzos de los siglos XVI y XVII, la psiquiatría empezó a ser una ciencia respetable en 1790, cuando el médico parisino Philippe Pinel decidió quitar las cadenas a los enfermos mentales, introdujo una perspectiva psicológica y comenzó a hacer estudios clínicos objetivos. A partir de entonces, y desde el trabajo en manicomios, se definirían los principales tipos de enfermedad mental y sus formas de tratamiento.

Clasificación

La división de los trastornos mentales en clases es todavía inexacta, y las clasificaciones varían según las escuelas y doctrinas psicopatológicas. Para uniformar criterios, la Organización Mundial de la Salud (OMS), creó la DSM, clasificación de los trastornos mentales universal, que ha conocido hasta la fecha varias versiones.
La mayoría de los sistemas de clasificación reconocen los trastornos infantiles, (como el retraso mental) como categorías separadas de los trastornos adultos. También la mayoría trata de distinguir entre trastornos orgánicos, los más graves provocados por una clara causa somática, fisiológica, relacionada con una lesión o una anomalía congénita estructural en el cerebro, y trastornos no orgánicos, a veces también denominados funcionales, considerados más leves.

En parte, desde esta distinción en función de la gravedad y de la base orgánica, se diferencian los trastornos psicóticos de los neuróticos. De forma general, psicótico significa un estado en el que el paciente ha perdido el contacto con la realidad, mientras que neurótico se refiere a un estado de malestar y ansiedad, pero sin llegar a perder contacto con la realidad. En su extremo, como formuló Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, todos somos "buenos neuróticos", en tanto que los casos de psicosis son contados. Los más comunes son: la esquizofrenia, la mayor parte de los trastornos neurológicos y cerebrales (demencias), y las formas extremas de la depresión (como la psicosis maniacodepresiva). Entre las neurosis, las más típicas son las fobias, la histeria, los trastornos obsesivo-compulsivos, la hipocondria (miedo patológico a la enfermedad y la muerte), y en general todos aquellos que generan una alta dosis de ansiedad sin que haya desconexión con la realidad.

¿Es lo mismo Psiquiatría y Psicología?
La Psiquiatría es una rama de la Medicina especializada en los trastornos mentales. Los psiquiatras no sólo diagnostican y tratan estos trastornos sino que también realizan investigaciones para comprenderlos y prevenirlos.
Un psiquiatra es un médico que ha completado una especialización de postgrado en psiquiatría. Muchos psiquiatras también se especializan en psicoanálisis, psiquiatría infantil u otras subespecialidades. Los psiquiatras tratan a los pacientes en consultas privadas, en hospitales generales, o en centros especializados para enfermos mentales (hospitales psiquiátricos, clínicas ambulatorias, o centros comunitarios de salud mental). Algunos dedican parte de su tiempo a investigar o participar en programas de salud mental.
Por el contrario, los psicólogos, que suelen trabajar junto a los psiquiatras y tratan al mismo tipo de pacientes en ocasiones, no han recibido formación en medicina, y, por consiguiente, no pueden recetar medicamentos.
El campo de la psiquiatría es muy amplio en comparación con otras especialidades médicas. Los trastornos mentales pueden afectar a la mayoría de los aspectos de la vida del paciente, como su actividad física, conducta, emociones, pensamiento, percepción, relaciones interpersonales, sexualidad, trabajo y ocio. Estos trastornos están producidos por una combinación poco conocida de determinantes biológicos, psicológicos y sociales. La tarea del psiquiatra consiste en identificar las distintas fuentes y manifestaciones de la enfermedad mental.

Esquizofrenia La esquizofrenia es un concepto que abarca un grupo de trastornos graves, que normalmente se inician en la adolescencia. Los síntomas son agudas perturbaciones del pensamiento, la percepción y la emoción, que afectan a las relaciones con los demás, con un sentimiento perturbado de uno mismo y una pérdida del sentido de la realidad que deteriora la adaptación social de quien la sufre. La idea de mente dividida implícita en la palabra esquizofrenia se refiere a la disociación entre las emociones y la cognición, y no, como vulgarmente se supone a menudo, a una división en la personalidad, que más bien tiene que ver con otro tipo de trastornos como la personalidad múltiple que en la clasificación kraepeliniana sobre los trastornos se llamaban psicopatías.


Trastornos paranoides
Su síntoma principal son las ideas delirantes (creencia falsa, firmemente asentada y resistente por ello a la crítica), y las más típicas son las de persecución (se considera víctima de una conspiración), las de grandeza (el sujeto se cree de ascendencia noble, principesca, santa, genial, e incluso divina), o las celotípicas (celos desmedidos). En cualquier caso, la personalidad paranoide es defensiva, rígida, desconfiada, egocéntrica, por lo que se aísla, y puede llegar a ser violentamente asocial. Este trastorno normalmente suele iniciarse en la mitad o el final de la vida, destruyendo las relaciones sociales, sobre todo las de pareja.


Ansiedad, fobias y obsesiones
 La ansiedad es el síntoma predominante en dos casos: los desórdenes que suponen pánico ante situaciones concretas, y los trastornos ansiosos generalizados.
En las fobias y las neurosis obsesivo-compulsivas, el pánico aparece cuando el individuo intenta dominar otros síntomas: el miedo irracional, desmedido, a una situación, objeto, o animal concretos que altera su vida cotidiana. Entre las más perturbadoras está la agorafobia (el miedo a los espacios abiertos) la claustrofobia (el miedo a los espacioso muy cerrados), tras el que en realidad se oculta un miedo desmedido a la muerte y al propio ataque de pánico que se pueda experimentar en esas situaciones, y que hace a los que la sufren incapaces de salir de su casa.
Por otro lado, las obsesiones, otras neurosis cada vez más frecuentes (frente a la histeria, que ha ido disminuyendo su frecuencia), consisten en pensamientos, imágenes, impulsos o ideas repetitivas y sin sentido para la persona, que se ve sin embargo sometida a ellos. Por último, la compulsión es la tendencia irrefrenable a repetir mecánicamente comportamientos inútiles, rituales de comprobación o de previsión (lavarse las manos más de treinta veces al día, por ejemplo, o revisar una y otra vez la llave de paso del gas, o las joyas guardadas).
Enlaces sobre la ansiedad:
  • Edvard Munch, "El Grito" (1893).Sociedad Española Estudio de la Ansiedad y el Estrés - Agrupación de investigadores y profesionales, tales como psicólogos, médicos y pedagogos, que organiza congresos y reuniones y que también edita la revista Ansiedad y Estrés.
  • Ansiedad y Estrés - Una publicación multidisciplinar sobre psicología, medicina, neurociencias y ciencias sociales.
Más enlaces, relacionados con la agorafobia y la fobia social:
  • LA CRISIS DE ANSIEDAD, PANICO O ANGUSTIA (Y AGORAFOBIA) Información y apoyo sobre la crisis de ansiedad, pánico o angustia (y agorafobia. para pacientes, familiares o profesionales no especializados.
  • Trastornos de Ansiedad. Grupos de ayuda mutua Asociación sin ánimo de lucro de afectados por pánico-agorafobia, fobia social y obsesiones en Barcelona. Información y Grupos de ayuda mutua.
  • Web Agorafobia En esta pagina pretendo que todos los que sufran el problema de la agorafobia se puedan poner en contacto, y entre todos superar el problema. Pretendemos poner en funcionamiento la Asociacion Española de Agorafobia, ya fundada, para dar un mejor trato a los afectados por la agorafobia.  Trastornos de la personalidad
    A diferencia de lo episódico de los trastornos neuróticos e incluso de algunos psicóticos, los trastornos de la personalidad duran toda la vida, pues hacen que determinados rasgos de la personalidad del enfermo sean tan rígidos e inadaptados que llegan a causar problemas laborales y sociales, daños a uno mismo, y probablemente a los demás.
    La personalidad paranoide se caracteriza por ser suspicaz y desconfiada. La esquizoide ha perdido la capacidad e incluso el deseo de amar o de establecer relaciones personales, mientras que la esquizotípica se caracteriza por el pensamiento, el habla, la percepción y el comportamiento extraños. Las personalidades histriónicas se caracterizan por la teatralidad de su comportamiento y de su expresión, relacionadas en parte con el siguiente tipo, la personalidad narcicista, que demanda la admiración y la atención constante de los demás.
    Las personalidades antisociales (antes conocidas como psicopatías), se caracterizan por tener un comportamiento irresponsable y nocivo para los demás. Los borderline son inestables en su autoimagen, estado de ánimo y comportamiento para con los demás, y los evitadores son hipersensibles al posible rechazo, la humillación o la vergüenza. La personalidad dependiente es pasiva hasta el punto de ser incapaz de tomar una decisión propia, forzando a los demás a tomar las decisiones. Los compulsivos son perfeccionistas hasta el extremo, e incapaces de manifestar sus afectos. Por último, los pasivos-agresivos se caracterizan por resistirse a las exigencias de los demás a través de maniobras indirectas, como la dilación o la holgazanería.


    Trastornos comunes: las Neurosis
    Neurosis, o psiconeurosis son términos que describen una variedad de trastornos psicológicos que originalmente parecieron tener su origen en algún problema neurológico, pero a los que hoy en día se atribuye un origen psíquico, emocional o psicosocial. Su característica principal es la ansiedad, personalmente dolorosa y origen de un comportamiento inadaptado. Sin embargo, las neurosis por lo general no son tan graves como para aislar al que las padece de una vida social normal, a diferencia de lo que ocurre con las psicosis, que habitualmente requieren hospitalización.
    Hoy en día, estos términos ya no son clasificaciones clínicas, porque ahora cada una se define desde sus propios síntomas, y en el DSM (Manual de Clasificación de las Enfermedades Mentales de la OMS, Organización Mundial de la Salud), publicado en 1987, no se incluyen las neurosis como tales, aunque se describen las enfermedades que antes englobaba este término. Son las siguientes:
     Trastorno por ansiedad generalizada. También conocida como ansiedad libre flotante, es una condición constante de displacer y de sentimientos aprensivos, que supone una sobrerreacción al estrés normal, leve, que no afectaría a una persona equilibrada.
     Crisis de angustia. Se caracteriza por los ataques de pánico que también se dan en el trastorno anterior y que son episodios de aprensión aguda, imposible de sobrellevar, acompañados de síntomas físicos como palpitaciones cardiacas, transpiración copiosa, respiración entrecortada, temblores musculares, náuseas y desmayos. Una persona que sufre un ataque de angustia se siente como si se fuera a morir.
     Fobias. Consisten en una respuesta de miedo desmedido ante un estímulo (por ejemplo, una serpiente), o ante situaciones que normalmente no se consideran peligrosas (por ejemplo, viajar en el metro). Para diagnosticarse como una fobia, el pánico debe ser lo suficientemente intenso y constante como para que interfiera en la vida normal del sujeto. La reacción emocional varía desde el mero disgusto al pánico. Normalmente, el fóbico se da cuenta de que su miedo es irracional, pero es incapaz de controlarse. La fobia simple es el rechazo a un objeto particular, por ejemplo a las arañas, y se pueden tener varias fobias simples. Las fobias sociales son las referidas a situaciones sociales, en las que, por ejemplo, la persona que las sufre se convence de que tartamudeará si tiene que hablar a un extraño, aunque no le suceda ni le haya sucedido nunca. La agorafobia (del griego ágora, plaza pública o mercado), que se manifiesta como miedo ante los lugares desconocidos, es seguramente la fobia más incapacitadora, ya que lleva en los casos más severos a hacer que el sujeto no se atreva a salir de su casa, y a que genere una fobia de segundo orden a su propio ataque de pánico, cuya posibilidad de ocurrir le aterroriza.
      Trastorno obsesivo-compulsivo. Este trastorno consiste en la persistente intrusión de pensamientos o impulsos desagradables en la conciencia del sujeto, y en las urgencias irresistibles (compulsiones) a desarrollar acciones o rituales para reducir la ansiedad consiguiente. Ambas características se suelen dar juntas en este trastorno. Por ejemplo, una persona obsesionada con la idea de que su casa puede ser saqueada y su familia atacada, comprobará reiteradamente que todas las ventanas y las puertas están cerradas, pudiendo llegar a hacerlo cientos de veces al día. Otro caso típico es el de las personas que tienen la compulsión de lavarse las manos.
     Trastorno por angustia de separación. Ocurre durante la infancia y consiste en un miedo irracional a estar separado de los padres. A menudo los adultos agorafóbicos han sufrido la angustia de separación cuando eran niños.
     Trastorno por estrés postraumático. Este término se acuñó después de la guerra del Vietnam para describir los síntomas psicopatológicos experimentados por los veteranos de guerra cuando volvían a su hogar. En la I Guerra Mundial se llamó neurosis de guerra, y en la II Guerra Mundial, fatiga del combate. Pero este trastorno no es exclusivo de las guerras, ya que puede aparecer después de cualquier tipo de desastre, como un accidente aéreo o una catástrofe natural (inundación, terremoto, etc). Los síntomas consisten en revivir los sucesos traumáticos, sufrir desarreglos del sueño, como pesadillas e insomnio, padecer ansiedad, distanciarse de los entornos normales, y perder en general el interés por las actividades que se realizaban antes del desastre.
     Personalidad múltiple. Se trata de un trastorno extremadamente infrecuente en el que más de una personalidad coexiste en el mismo individuo. A menudo, una de las personalidades es inconsciente de lo que ocurre mientras la otra domina, por lo que aparecen periodos de amnesia. Este trastorno sigue a una experiencia infantil extremadamente traumática.
    Otros trastornos neuróticos
    Además de la depresión neurótica y otros trastornos ansiosos, hay diversas situaciones que tradicionalmente se han considerado neuróticas, como la histeria, las reacciones de conversión (de un conflicto psíquico a una enfermedad orgánica irreal), la hipocondria y los trastornos disociativos.
    Los llamados trastornos psicosomáticos se caracterizan por la aparición de síntomas físicos sin que concurran causas físicas aparentes. En la histeria, las quejas se presentan dramáticamente, de forma teatral y se inician, por lo general en la adolescencia, para continuar durante la vida adulta. Es un trastorno que se ha diagnosticado con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, y en su extremo —la histeria de conversión— aparecen parálisis que imitan trastornos neurológicos, de modo similar a como en el dolor psicogénico no se encuentra causa física aparente del dolor. Por último, en la hipocondria el síntoma dominante es el miedo irracional a la enfermedad.
    Entre las formas de trastorno mental comprendidas entre las disociativas están la amnesia psicológica y la personalidad múltiple (antaño conocida como histeria de la personalidad alternante), una extraña enfermedad en la que el paciente comparte dos o más personalidades distintas, alternando el predominio de una o de otra (es el caso en el que se basa la obra de Robert Louis Stevenson Dr. Jekyll y Mister Hyde y la película de Alfred Hitchcock, Psicosis).
     Tratamiento de las neurosis
    La mayoría de las neurosis se tratan mediante el psicoanálisis u otras formas de psicoterapia dinámica. También las trata con bastante éxito la modificación de conducta (especialmente en el caso de las fobias y los trastornos obsesivo-compulsivos). En este tipo de trastornos, la medicación suele ser sólo un medio complementario para reducir los niveles de ansiedad, como la relajación o la hipnosis. Muchas de las neurosis responden bien al tratamiento, y sus efectos perturbadores sobre el sujeto se logran atenuar en gran medida.

    El trastorno más común: la depresión
    Estar triste y apático, verlo todo de color negro, no poder dormir o perder peso son algunos de los estados que pueden delatar una depresión. Sufrirla en situaciones como la pérdida de un ser querido o una enfermedad puede ser normal, pero si la depresión es muy intensa o prolongada en el tiempo, o no responde a una causa aparente, es necesario tratarla. Y para ello resulta imprescindible acudir al psiquiatra.
    Al igual que la alegría o el miedo, la depresión es una reacción normal e inevitable en determinadas situaciones, por ejemplo, ante una pérdida importante -ya sea de un ser querido, una posesión o una posición- o acompañando a numerosas patologías. Pero la depresión también puede ser en sí una enfermedad y ese sería el caso en el que no hubiera una causa razonable para padecerla o, si la hubiese, la depresión fuera demasiado intensa, de tal forma que impidiera desarrollar una vida normal, o demasiado prolongada en el tiempo.
    La tristeza, y con ella la apatía o el desánimo, es el síntoma más visible de la depresión, pero no es el único. Las personas deprimidas suelen tener también alteraciones del pensamiento, de forma que valoran negativamente sus capacidades o su responsabilidad en los acontecimientos y lo ven todo -su futuro, sus relaciones personales- de color negro. Esta es una razón por la que muchos depresivos adoptan una conducta autodestructiva e intentan suicidarse, toman drogas o caen en la bebida o el juego.
    Por otro lado, la depresión origina, además de ansiedad en muchas ocasiones, alteraciones en el funcionamiento del organismo: se pierde sueño y peso o, por el contrario y en menor medida, se duerme demasiado o se engorda; se produce una continua sensación de cansancio; son frecuentes los dolores de espalda o de estómago; y se pierde también el interés sexual y la capacidad para adaptarse a las situaciones de estrés. Además, la depresión afecta al sistema inmunológico, con lo que hay una mayor predisposición a contraer enfermedades.
    Pero, ¿cuál es el origen de la depresión? Según los expertos, no se puede hablar de una causa, sino de muchas. En principio, la depresión significa que algo funciona mal en el cerebro, es decir, que hay un problema en los mecanismos de neurotransmisión cerebral, en la conexión de unas neuronas con otras. Esto provoca la disminución de catecolaminas y serotoninas, sustancias que segregan las neuronas y que intervienen, entre otras cosas, en la adaptación de la persona al estrés y en la regulación de los estados afectivos. Esta situación se puede producir por múltiples motivos, pero un factor importante es el propio organismo del paciente y el grado de estrés al que esté sujeto. Hay personas que, por un déficit de neurotransmisores, con muy poca presión ya desarrollan una depresión y en otros casos los enfermos son más resistentes y llegan a la depresión cuando el estrés es muy intenso y largo y acaba agotando la capacidad del cerebro para reaccionar.
    Complicaciones
    En cualquier caso, existe una serie de circunstancias que son fuente clara de depresión. La muerte de un ser querido es una de las más específicas, pero en general habría que hablar de cualquier situación de estrés en la que se exija al individuo un rendimiento superior a su capacidad. El trabajo es, en este sentido, una de las causas más importantes de depresión, ya que, como comentan los expertos, tener una profesión que guste y que marche bien es todo un antídoto para la enfermedad, pero si es al contrario, el estrés está servido. Por otra parte, las relaciones interpersonales son también un factor a tener muy en cuenta, ya que tanto en situaciones de ruptura como en aquellas donde se produzca una falta de respeto, cariño o valoración de la persona la depresión puede hacer mella. Al igual que es muy característica la llamada depresión fin de vacaciones. Ocurre muchas veces que las vacaciones son muy estresantes, ya que hay un proceso de adaptación al lugar, se suele gastar mucho dinero y salen a la luz tensiones familiares y problemas que durante el resto del año, por falta de tiempo, están solapados. La gente vuelve entonces a casa deprimido. En otros casos, por el contrario, las vacaciones han salido tan bien que lo problemático es volver a la cruda realidad -es el mismo fenómeno que se produce los lunes después del fin de semana- y la depresión aparece a medida que va llegando el fin del descanso.
    Pero aunque en estos casos la causa de la depresión parece ser muy concreta, no siempre el origen de la enfermedad está tan claro. No es infrecuente que personas que viven una situación de éxito en todos los aspectos estén deprimidas y esto puede deberse a que el individuo se siente interiormente incapaz para estar a la altura de las circunstancias. En cualquier caso, las razones son muchas veces inconscientes y es necesario ahondar en ellas con ayuda especializada.
    En España, con unas cifras muy similares al resto de países occidentales, un 25% de la población sufre trastornos depresivos y de este porcentaje, un 5% padece desequilibrios serios. A razón de lo que establecen las estadísticas, las mujeres parecen ser -en una proporción de tres a dos- las más propensas a padecer depresión, aunque los expertos aseguran que, en principio, cualquier persona está predispuesta a sufrir la enfermedad.
    La adolescencia y la etapa que comienza en torno a los 50 años son los períodos más proclives para padecer una depresión, ya que son épocas de alteraciones hormonales y donde se producen grandes cambios en la vida de las personas. Sin embargo, en cualquier edad se puede desarrollar la enfermedad, ya que incluso cada vez está aumentando más la depresión entre los niños. Las razones todavía son inexplicables para los expertos.
    Buscar ayuda
    Pero una vez que aparece la depresión, sea a la edad que sea y fuera por la causa que fuese, hay que buscar ayuda especializada y para ello hay que acudir a un psiquiatra. La depresión no constituye un error, una debilidad o una falta, sino que es una enfermedad como la gripe o la diabetes. Su solución no está en superarse, poner buena cara o dominarse, ni tampoco en resignarse y aceptar el sufrimiento, sino en el seguimiento de un tratamiento adecuado, específicamente indicado, administrado y supervisado por un terapeuta experto.
    El tratamiento que se aplica es una terapia integrada, en la que junto a los fármacos, al paciente se le trata con psicoterapia. Los medicamentos son necesarios para reestablecer el funcionamiento cerebral y hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones los primeros síntomas son desagradables -mareos, somnolencia, atontamiento- y el paciente puede encontrarse peor. Según los expertos, esto no debe alarmar, ya que es el síntoma de que el fármaco está actuando en el cerebro y modificando las alteraciones que tenía. En cuanto a la psicoterapia, existen múltiples técnicas, encaminadas a conseguir resolver los conflictos internos y a potenciar las respuestas del organismo para adaptarse a las situaciones de presión. El papel de la familia o los amigos sólo puede limitarse a tener paciencia y prestar siempre apoyo al enfermo. Y, desde luego, hacer presión para que acuda al médico, ya que es la única forma de acabar con la enfermedad. La depresión se cura en un 90% de los casos, pero también se puede recaer y entonces es necesario un tratamiento de mantenimiento y revisiones periódicas. En cualquier caso siempre hay que tratarla, ya que de lo contrario no sólo se está produciendo un sufrimiento personal grande, sino que puede afectar a la capacidad de trabajar, de relacionarse e implica un riesgo muy grande de contraer enfermedades e incluso de llegar al suicidio.


    Las Causas de la Depresión.  (Por Francisco Javier Martínez Ruiz ©: Médico, Epidemiólogo, Microbiólogo, experto en Medicina Holística y Psicosomática). Colaborador con el Padre César Fernández de la Pradilla.
    A modo de simplificación y guía, podemos señalar que la Asociación de Psiquiatría Americana considera que una persona (no drogada ni que acabe de perder a algún ser querido) presenta formas mayores de depresión si presenta ininterrumpidamente durante mas de 14 días al menos 5 de los siguientes síntomas (al menos 3 para las menores):
  • Pesar, tristeza o ánimo deprimido la mayor parte del día (a veces irritabilidad en niños o adolescentes);
  • Disminución importante del interés en la mayoría de las actividades diarias;
  • Aumento o disminución importante del apetito;
  • Insomnio o sueño excesivo;
  • Agitación (evidente por el modo de frotarse las manos) o lentitud de movimientos;
  • Cansancio inexplicable o pérdida de energía;
  • Sentimientos de inutilidad o culpabilidad;
  • Indecisión o capacidad disminuida para pensar o concentrarse;
  • Pensamientos recurrentes de muerte, abandono o suicidio.
En niños y adolescentes la sintomatología se hace mas enmascarada y puede cambiar: «Posicionamiento» en el ambiente familiar y académico, absentismo/fracaso escolar, trastornos del esquema corporal y de la alimentación, fugas, mentiras, hurtos, promiscuidad, consumo de tóxicos y conductas parasuicidas, etc. son manifestaciones típicas de la depresión en menores de 25 años. La irritabilidad puede sustituir al ánimo deprimido. 
La depresión, en cualquiera de sus formas o variantes, es una de las mayores epidemias que afecta a la humanidad en los últimos decenios. Una pandemia que, sin embargo, tiende a ser invisible, dado que los deprimidos disimulan y se retraen, y los suicidas suelen ser ocultados. Es, además, un problema que crece y se extiende, como una negra y espesa mancha de aceite en nuestro actual estilo de vida y cultura, sobre todo en los países desarrollados y urbanizados. En estos países crece mucho mas deprisa en niños y adolescentes y la edad de inicio del primer episodio depresivo tiende a ser cada vez mas temprana. Los datos son los siguientes: Un 8-17% de las personas padecen en algún momento de su vida alguna forma de depresión grave, aunque formas menores de depresión mas o menos disfrazada afectan con cierta persistencia a un cuarto de la población edn algún periodo de su vida. Después de la pubertad, se deprimen el doble de mujeres que hombres. 

En los pacientes afectados (y también en sus amigos y familiares) la depresión merma la cantidad y, sobre todo, la calidad de la vida. Aumenta el pesimismo, la hipocondría, la desesperanza; y disminuye el flujo de pensamientos y acciones, la autoestima, el cuidado e higiene personal, el impulso al reto, a la aventura, a la búsqueda de soluciones, a las relaciones, al goce y al líbido. Además del sufrimiento, aislamiento e incapacitación que produce acarrea un importante riesgo vital: muchas enfermedades, accidentes, deterioros familiares, fracasos escolares y despidos laborales pueden atribuirse directa o indirectamente a la depresión; un 15% de los depresivos recurrentes mueren oficialmente por suicidio cada año en los Estados Unidos, lo que representa un número de muertes similar a la que produce el SIDA. La depresión, en sí misma, es un suicidio ralentizado, como una muerte en cámara lenta. Aunque nuestro cuerpo sigue funcionando (mas lentamente, por cierto), nuestra alma ha perdido su Sol, o yace en completas tinieblas. 

¿Cuáles son las causas de esta gran pandemia que tanto ha crecido en los países desarrollados desde la II Guerra Mundial?. Se han postulado muchas posibles causas de la depresión y, sin duda, existen probablemente muchos factores predisponentes y desencadenantes para una enfermedad que, como esta, es tan variada. Pero algunos de ellos tienen un papel causal muy importante y comprobado, no sólo en la especie humana, sino también en los animales superiores. Vamos a intentar esbozarlas: 

Los seres vivos están contenidos unos dentro de otros. Por ejemplo, las moléculas están dentro de las células, éstas están dentro de los órganos y sistemas, los cuales están contenidos dentro del organismo del individuo; pero el individuo, a su vez, está contenido dentro de su familia, y ésta dentro de su tribu, poblado y cultura, y éstos dentro de sistemas biológicos y económicos mas vastos que los engloban. Todos ellos, (micro) englobados y (macro) englobadores, son seres vivientes (biontes). Cualquiera de ellos, además, tiene estructuras resonantes en cada uno de los múltiples planos de manifestación del Ser universal; estos planos o «cuerpos», de mayor a menor densidad/visibilidad, han sido agrupados con los siguientes nombres: el material (físicoquímico), el orgánico (cuerpo biológico), el etérico (morfogenético), el astral (emocional), el intelectivo, el causal (teologal), etc. 

En la depresión se produce un derrumbe escalonado de englobadores y de planos de manifestación. A pesar de que hay interacción en los dos sentidos, el hundimiento de los planos sutiles y de los macroenglobadores precede cronológica y casualmente al hundimiento de los planos densos y de los microenglobados. Quizás sea este el origen de toda enfermedad. 

Cuando los científicos comprueban alguna altyeración en algún plano visible de algún microenglobado (por ejemplo, el conocido déficit de serotonina que se detecta en las postsinapsis de los sistemas nerviosos de los deprimidos), esa alteración es cierta y hay que tomársela muy en serio pero, en sí, sólo es una de las manifestaciones o efectos de la depresión, y no significa que la verdadera causa haya tenido que producirse forzosamente en la alteración, en el plano de manifestación y en el bionte que ellos han observado.
En muchos casos, la gran mayoría, se puede comprobar que la depresión está precedida por un periodo de «impactos» y estrés demasiado intenso, duradero y/o repetido; en otros casos, los menos, no se ha podido comprobar, lo cual no significa que no exista, quizás indirecta o mediatizamente, proviniendo de niveles distintos a las emociones conscientes. 

Estos impactos estrasadores pueden ocurrir en cualquiera de los biontes y planos de manifestación, aunque los mas vulneradores suelen ocurrir en los individuos y sus familias, así como en los planos instintivo-emocionales. En cualquier caso. el verdadero «derrumbe» depresivo se produce cuando el cuerpo intelectivo y teologal del individuo ha sido por fin bloqueado. 

Los impactos estresadores suelen provenir de pérdidas, miedos, fustraciones instintivas y, en general, choques emocionales ante los que el individuo cree que nada se puede hacer. Numerosas observaciones y experimentos demuestran que cuanta mas juventud, sensibilidad, soledad comunicativa e indefensión subjetiva tenga el individuo frente a lo que le golpea emocionalmente y le estresa, y cuanto mas inesperados, instintivos, duraderos y repetitivos sean dichos impactos... mas propenso a la depresión será el resto de su vida y mas graves y petinaces serán las formas depresivas en las que caiga el afectado. 

Los científicos nos aseguran que, para el individuo con vulnerabilidad promedio, mas de 50 días de stress continuado en el adulto desembocan indefectiblemente en transtornos emocionales primero, alteraciones del sueño después y depresión mas o menos profunda finalmente. Sin embargo, este periodo se acorta considerablemente en los adolescentes y aún mas en los niños, sobre todo si se sienten deprotegidos (no solamente por falta de afecto y cuidados, sino también por falta de normas de comportamiento eficaces); y también si los impactos estresadores son demasiado múltiples, brutales y/o duraderos. La desestructuración de los englobadores (familias, tribus, culturas, etc.) actúa como facilitador, disminuyendo notablemente la intensidad y la duración de los periodos estresadores necesarios para el desencadenamiento de las depresiones en los individuos. 

Sin embargo, se observa un aumento claro de depresiones y suicidios en individuos aparentemente bien gratificados y sin traumas como pueden ser los adolescentes y «jóvenes de oro» de Estados Unidos, o las poblaciones super-aseguradas por el «estado del bienestar» de, por ejemplo, los ricos y cultos países escandinavos. Esto indica que el verdadero «quid» generador primero de la depresión pueden no ser los «traumas stresadores repetidos», por mas que éstos sean los desencadenantes mas frecuentes y visibles, sino algo mucho mas central y sutil. Es aquí cuando los estudios sobre los efectos de la «indefensión» como bloqueadora del cuerpo causal (teologal) del individuo, cobran su enorme importancia etiológica, como engendradores de la depresión. 

Cuando no tenemos un mínimo control sobre los acontecimientos o, mejor dicho, cuando no «creemos que» (confianza) «podemos llegar a tener» (esperanza) un control sobre ellos, entoces abandonamos toda «pretensión» (volición), nos deprimimos, enfermamos e, incluso, podemos llegar a morir. La indefensión nos deprime justamente porque acaba rompiéndonos la fe, la esperanza y el amor, esas tres «virtudes» (fuerzas) «teologales» que los antiguos colocaron en la cúspide de todos nuestros motores morales.
Porque deprimirse es siempre, de hecho, desmoralizarse. 

En cuanto a la Terapia, la necesaria brevedad de este artículo me obliga a esbozar solamente una lista de los posibles múltiples instrumentos que deben aplicarse al tratamiento de la depresión. Dentro del enfoque Holístico, que es el que seguimos, necesariamente hay que atender a todos los planos de manifestación del Ser, es decir, a todos los «cuerpos» del individuo, desde los mas densos y visibles, hasta los mas sutiles e invisibles. 

Aunque el objetivo último a restablecer (¡o a inaugurar!) es la esperanza, la confianza y la volición del individuo, es decir su cuerpo causal (teologal), normalmente debe seguirse un orden reparativo ascendente, que empieza en lo físico (técnicas de relajación, masajes y ejercicios, balnearios y contacto con la naturaleza, magneto/helio/cromoterapia, musicoterapia, yoga físico y de la respiración, risoterapia, etc.) y en lo químico (oligoterapia, Sales de Schuesler, adecuación muy cuidadosa y experta de la medicación, especialmente de los psicofármacos, de los que el paciente normalmente se ha hecho dependiente), prosigue en lo biológico (fitoterapia de drenaje, de estimulación hormonal, ya sea africana, china, ayurvédica, etc.), sigue en lo etérico (homeopatía, radiestesia, oberbach, terapias sanacionales, etc.), continúa en lo emocional (flores de Bach, gemoterapia), atiende después a lo intelectivo (terapia cognitivas, PNL, etc. que, en ocasiones, requieren apoyos en terapias de «regresión») y finaliza por lo causal (terapia existencial, de «peregrinaje interior», yogas superiores y técnicas de meditación; y, especialmente, restitución de la dignidad y de las virtudes morales, como la verdad, la justicia, la solidaridad, etc. sobre todo las teologales (fe, esperanza y amor del individuo hacia si mismo y hacia su entorno). 

Este orden reparativo no es causal, ya que los procesos terapéuticos deben repetir la secuencia de despliegues que han formado al individuo (procesos ontogenéticos), al igual que éstos recapitulan siempre el orden de formación de los reinos, órdenes, especies y funciones que han ido apareciendo en la Naturaleza (procesos filogenéticos). 

El enfoque holístico que seguimos en muchas ocasiones obliga como es lógico a corregir graves anomalías de comportamiento y relación cuyo origen no sólo se detecta en el individuo (terapias de evitación, extinción, sustitución, ludo y laborterapia, etc.) sino también en la familia o en las «tribus» vecinales y laborales en las que está englobado el individuo (terapias de familia, interpersonal, etc.). Aunque mas que «corregir» deberíamos decir «señalar», «orientar», «facilitar» y «catalizar» lo que, en cualquier caso, deberán hacer al final los deprimidos y sus familias. Pues, especialmente en la terapia de la depresión nadie puede nunca «curar» a otro, y deben ser los propios seres vivientes quienes deben autocurarse finalmente a ellos mismos. 

Si queremos que alguien se beneficie de una bicicleta, podremos dársela y darle dos o tres clases teóricas, pero la «bicicleta» de la rehabilitación deberá montarla finalmente quien la debe disfrutar. No hay atajos para la rehabilitación en el deprimido de la conciencia, y de su formidable energía asociada. Ineludiblemente es así siempre. Y eso, precisamente, es lo bonito: la gran aventura. ¿O hay alguna otra?.

 

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1 comentario:

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