martes, 10 de mayo de 2011
Enfermedad y vejez
Hemos definido como una característica del envejecimiento la progresiva pérdida de la capacidad de adaptación y de reserva del organismo, en sus diferentes órganos y sistemas, haciéndole más vulnerable ante situaciones de estrés y por lo tanto más vulnerable ante la enfermedad.
Es conocido por tanto que en las etapas finales de la vida es más frecuente la presencia de enfermedad, siendo raro encontrar algún anciano que esté libre de algún proceso mórbido de tipo crónico. Los estudios en la población encuentran que se encuentra enfermedad de forma objetiva en el 80-90 % de la población anciana. Los porcentajes son mucho menores si se pregunta directamente al mayor si padece algún tipo de enfermedad, dado que algunos de estos procesos crónicos de gran frecuencia en estas edades se asumen como normales o se confunden erróneamente con el propio envejecer (cataratas, artrosis, diabetes, etc.)
En todo caso es necesario resaltar que aún con la presencia tan frecuente de enfermedad, el proceso de envejecimiento es muy heterogéneo y variable entre diferentes individuos. Nos encontraremos con individuos que llegan con un excelente estado de estado de salud a los noventa años o más y han envejecido con éxito, aún con algún pequeño desajuste. En el extremo contrario podremos encontrar enfermos que en la sexta o séptima décadas de su vida presentan graves deterioros causados por diferentes enfermedades, encontrándose en una situación de envejecimiento patológico o acelerado. Es lo que hemos referido en capítulos anteriores como la diferencia entre la edad biológica real de nuestro organismo y la edad cronológica que nos marca la edad.
¿Cuáles son las peculiaridades de las enfermedades en los ancianos?
Las enfermedades en los ancianos tienen unas características especiales, que deben ser tenidas en cuenta a la hora de su atención sanitaria. Algunas de estas peculiaridades de la enfermedad en la vejez se exponen a continuación.
No son muchas pero existen algunas enfermedades específicas de la vejez que realmente merecen el apelativo de seniles por encontrarse exclusivamente en estas edades. Es más frecuente sin embargo que enfermedades muy comunes que pueden verse en personas más jóvenes tengan una verdadera eclosión en cuanto frecuencia en las últimas décadas de la vida. Procesos como las demencias, la insuficiencia cardiaca o los ictus entre muchas otras enfermedades responden a este patrón, apareciendo la mayor parte de los casos en ancianos. En algunos casos la edad avanzada es por si misma un factor de riesgo de padecerlas y pueden llegar a constituir graves problemas de salud pública al llegar a afectar a un gran porcentaje de la población anciana.
La presencia de enfermedad en nuestros pacientes está influenciada de manera bidireccional por aspectos sociales como puedan ser la situación de soledad, el aislamiento, penuria económica, etc... Así mismo otras áreas de la persona como la esfera mental (situación afectiva, presencia de deterioro cognitivo) o la esfera funcional (dependencia e incapacidad) presentan también una enorme interrelación con los procesos clínicos. Un abordaje integral desde un punto de vista biopsicosocial debe complementar la labor clínica de lucha contra la enfermedad y forma parte del trabajo del geriatra contando con la colaboración de una forma multidisciplinar con otros profesionales.
La incapacidad funcional con la presencia de dependencia y pérdida de autonomía es una vía final común a la que se llega como consecuencia de numerosas enfermedades en las personas mayores. La dependencia tiene grandes implicaciones, cada vez mayores, desde el punto de vista sanitario y social. Supone una fuente de problemática a la hora de asegurar los cuidados de nuestros ancianos cuando se sobrepasa la capacidad familiar. Por otra parte, su prevención y una necesaria intervención sobre la misma para que la dependencia sea la estrictamente inevitable suponen una constante en la geriatría. Así mismo deberían ser parte fundamental de nuestro sistema sanitario.
En el anciano es frecuente la pluripatología. Es decir suelen coexistir varias enfermedades en el mismo paciente sumándose sus efectos. Estas enfermedades tienden una tendencia a evolucionar de forma crónica acompañando al paciente durante su vida y como hemos comentado tienden a provocar incapacidad.
La presencia de varias enfermedades y dolencias lleva en ocasiones a una prescripción excesiva por parte del médico o a una automedicación por el propio paciente, con un elevado número de fármacos, en lo que se llama polifarmacia. Los cambios propios que ocurren con el envejecimiento afectan también a la forma en que interactúan los medicamentos y nuestro organismo, produciéndose una mayor predisposición a padecer efectos anómalos en lo que se llama Yatrogenia. Este es un riesgo verdadero cuando está presente la polifarmacia a cuenta de interacciones entre fármacos o efectos indeseados. Por otra parte la Yatrogenia sobre el anciano también puede estar presente a lo largo del proceso diagnóstico o con otras modalidades terapéuticas diferentes de los fármacos.
Las enfermedades en los ancianos pueden presentarse de una forma atípica muy diferente del cuadro clínico clásico que se describe en los adultos jóvenes. Pueden faltar los síntomas más típicos como la fiebre o el dolor o la sintomatología presente puede ser muy vaga e inespecífica. En el próximo apartado describimos más ampliamente este aspecto.
¿Cómo se presentan las enfermedades en el anciano?
La cualidad de fragilidad asignada a un anciano, dentro de la clínica geriátrica, supone atribuirle la presencia de una situación de alto riesgo de deterioro, fundamentalmente en forma de incapacidad. El término frágil, "algo que se rompe fácilmente", es suficientemente descriptivo de un grupo de pacientes ancianos relativamente frecuente en la práctica diaria. Son pacientes inestables o que se encuentran en un equilibrio inestable, con riesgo de perder esta estabilidad precaria hacia una situación de incapacidad y dependencia ante un agente o proceso externo que actúe sobre ellos. Su menor reserva o resistencia ante diferentes agresiones les llevarán con mayor o menor rapidez a la pérdida de autonomía.
Sin embargo aún no existe un consenso absoluto sobre cuales son las características de riesgo que definen esta situación. Probablemente esto ocurre debido a que son varias dimensiones las que pueden influir para poner a nuestro paciente en situación de fragilidad:
-Situación y soporte social.
-Aspectos clínicos con la presencia de diferentes enfermedades, fundamentalmente crónicas, que han modulado la forma de envejecer de nuestro paciente.
-Ubicación del paciente por necesidad de hospitalización o de cuidados en instituciones residenciales.
-Situación basal funcional que condiciona su nivel de autonomía personal.
¿Quiénes son los ancianos frágiles?
Teniendo en cuenta estas diferentes dimensiones y gracias a aportaciones de diversos autores es posible acercarse afinadamente al perfil de estos ancianos. Son pacientes en los que están presentes algunas de estas características:
-Presencia de patología múltiple o patología crónica con alto poder incapacitante.
-Cierto grado de incapacidad que dificulta el autocuidado personal, precisando ayuda en la realización de actividades básicas de la vida diaria: alimentación, deambulación, continencia, baño, vestido, uso del retrete.
-Mayores de 80 años.
-Presencia de deterioro cognitivo.
-Polifarmacia.
-Aislamiento social. Soledad. Pobreza.
-Viudedad reciente.
-Cambio de domicilio reciente.
-Haber sido hospitalizado recientemente. Situación que es causa potencial de deterioro funcional y pérdida de autonomía en el anciano.
El reconocimiento de estos pacientes y la intervención precoz sobre ellos que incida sobre su alto riesgo de dependencia supone uno de los grandes pilares de la geriatría. Sobre este objetivo es donde esta especialidad se ha mostrado extremadamente eficaz.
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