jueves, 19 de mayo de 2011

LOS PROBLEMAS MENTALES DE LOS ANCIANOS


El curso del envejecimiento no implica necesariamente deterioro mental. En ancianos, aparecen niveles similares de funcionamiento intelectual a los de etapas anteriores, con el único requisito de haber llevado desde siempre una vida mentalmente "activa".
De hecho, las primeras investigaciones sistemáticas realizadas en occidente demostraron que el funcionamiento intelectual de las personas evaluadas era mejor que lo esperado a partir de los informes de familiares, y de investigaciones anteriores, de carácter biográfico.
No obstante, con la edad aparece el declive en la capacidad de adaptación, que se traduce en la disminución o deterioro de algunas funciones fisiológicas y mentales; dentro de éstas, la más notable es la pérdida de memoria inmediata, que es mayor si requiere velocidad o se producen interferencias.
Asimismo, se incrementa el tiempo de reacción, independientemente de la modalidad sensorial de entrada de la información, aunque la motivación y el aprendizaje previo reducen este efecto.
La capacidad verbal declina menos que la psicomotriz, al tiempo que la capacidad de aprendizaje se reduce, sobre todo si estos aprendizajes incluyen elementos novedosos para el anciano.
Respecto de aspectos de personalidad, los estudios sugieren que con la vejez aumenta la introversión y disminuye la sociabilidad. Las mujeres se vuelven más activas y dominadoras, al tiempo que en los hombres aumenta la pasividad. Hay más atención hacia el mundo interior (balance vital). La autoestima se conserva, salvo en lo referente a actividad física y sexual, que disminuye.

LOS ANCIANOS
MANTIENEN
PIERDEN
  • Vocabulario
  • Información general
  • Sentido común
  • Razonamiento aritmético
  • Personalidad (hacia extremos)
· Razonamiento abstracto
· Capacidad de aprender
· Memoria
· Velocidad de reacción
· Atención-concentración
· Control emocional
· Organización espacio-temporal
Algunos de los factores que pueden sugerir deterioro mental son:
  • Propensión a perder o no localizar cosas.
  • Problemas de coherencia verbal.
  • Abandono personal (vestido, higiene,...).
  • Agresividad, ira.
  • Incontinencia.
  • Desorientación espacio-temporal.
Estos factores no siempre son síntoma de enfermedad mental, y pueden estar apareciendo influidos por algún problema orgánico, efectos secundarios a la mediación que el anciano esté tomando, o simplemente, a alguna alteración significativa en el medio ambiente habitual en que se desenvuelve.
1. DEMENCIAS. En realidad, bajo este rótulo se engloban diferentes enfermedades que inciden de forma dramática en el funcionamiento intelectual del anciano, a partir del deterioro de las neuronas del cerebro. Es un trastorno crónico que incide en la memoria, la capacidad de concentración y el aprendizaje. Están asociadas en gran medida al aumento en la esperanza de vida, pues suelen aparecer a partir de los 70 años. Afectan más a las mujeres.
Sus síntomas incluyen:
  • Tendencia a olvidar episodios recientes.
  • Recuerdos vívidos de hechos pasados, muy alejados en el tiempo (niñez, primera juventud), que, incluso, pueden ser absolutamente novedosos para sus familiares.
  • Dificultad progresiva para orientarse respecto del espacio y del tiempo, que desencadena un progresivo aislamiento.
  • Exageración de algunos rasgos de su personalidad, y aparición de facetas nuevas que toman la forma de "manías" (guardar cosas, esconder su dinero,...).
  • Desaparición de aficiones o hábitos.
  • No suele haber alteración de conciencia.
Alzheimer. Es la demencia más común, y de consecuencias más incapacitantes. Tanto la edad de comienzo como la velocidad del deterioro son variables, aunque suele iniciarse en edades avanzadas y con un curso lento y regular. Afecta progresivamente a todas las funciones intelectuales, desde la memoria o el reconocimiento de rostros hasta el pensamiento o el lenguaje.
Demencia multiinfarto. Producida por pequeños infartos que afectan al suministro de sangre al cerebro, sus efectos dependen de la funcionalidad de la zona cerebral afectada. En caso de efectos sobre las capacidades mentales, no es extraño encontrar periodos alternativos de lucidez y total confusión.
1. ESTADOS CONFUSIONALES. Con frecuencia, como ya se ha comentado, la confusión es un síntoma de alguna enfermedad orgánica (infección, fallo cardiaco,...), accidente, o efecto secundario de algún fármaco, especialmente sedantes, o anti-Parkinsonianos. La avitaminosis también puede provocar confusión aguda.
Típicamente, lo más llamativo es la desorientación espacio-temporal, que tiene carácter fluctuante, con momentos de confusión seguidos de periodos de plena orientación.
2. TRASTORNOS PARANOIDES. Se presentan con alteración marcada de la conciencia que incluye ideas delirantes (estar perseguidos, ser mensajeros de algún acontecimiento especial,...) y en ocasiones, alucinaciones. También hay que desechar la influencia de los fármacos.
3. DEPRESIÓN. Hasta hace poco tiempo, se ha prestado poca atención a la aparición de comportamientos depresivos en los ancianos, tales como la tristeza recurrente o la pérdida de interés en acontecimientos de su entorno, en la creencia de que eran manifestaciones normales de la vejez.
La depresión afecta más a las mujeres, en una proporción de 2:1, y en ancianos se presenta de forma poco típica, con pocos síntomas y de evolución lenta, asociada a enfermedad física y situaciones de pérdida o soledad. Algunas características pueden ser:
o Pérdida del apetito.
o Estreñimiento.
o Problemas de sueño; reducción y despertar temprano.
o Enlentecimiento general.
o Sensación de pena, focalizada a veces en alguna pérdida (ser querido, cambio de domicilio,...).
o Quejas sobre su estado de salud.
o Respuesta positiva a manifestaciones de atención.
o En ocasiones, episodios de agitación.
o Alteraciones mentales (dificultades de concentración, autorreproches, pensamientos suicidas).
Quizás el factor más importante a la hora de precipitar depresión sea el aislamiento social, derivado de: muerte de pareja, dificultades de desplazamiento, limitaciones perceptivas, dependencia económica, ....
Como factores protectores de la aparición de depresión en ancianos, podemos citar la existencia de apoyo social eficaz, y la posesión de creencias religiosas.
Respecto del suicidio, aparece en ancianos en proporciones significativamente más elevadas que en el resto de la población, y afecta más al sexo masculino. Asimismo, la relación entre tentativa y consumación es mayor que en la población general.
En este sentido, hay que extremar la vigilancia sobre el momento en que el anciano diagnosticado de depresión comienza a mejorar, pues esta mejoría puede ayudarle a tomar "fuerzas" para consumar el suicidio.
PAUTAS DE INTERVENCIÓN.
1. EN DEMENCIAS.
o Proporcionar al anciano un ambiente controlado y rutinario, donde su sensación de control sea grande. Siempre que sea posible, utilizar iluminación natural.
o Establecer horarios y hábitos bien establecidos, facilitando con señales su reconocimiento. Instaurar cadenas de comportamientos.
o Evitar la reorientación repetida, pues provoca frustración.
o Desviar su atención, si repite las mismas preguntas.
o Hablarles siempre de forma abierta y relajada, procurando mantener contacto ocular y expresión facial de agrado.
o Reducir ruidos y otras circunstancias que puedan ponerles nerviosos.
o Facilitar la consolidación de recuerdos recientes (fotografías, relatos,...).
o Si hay problemas de sueño, eliminar las siestas.
Respecto de los procedimientos específicos para la prevención o recuperación de los déficits de memoria, se utilizan los denominados mnenónicos. Éstos pueden ser de dos tipos:
o Externos: utilización de cuadernos, notas, relojes con alarma, ...
o Internos, se han utilizado estrategias de varios tipos:
1. Cara-nombre, asociando un rasgo facial distintivo a cada nombre a recordar.
2. Loci, colocando mentalmente los elementos a recordar a lo largo de un recorrido familiar.
3. Búsqueda alfabética, elaborando una palabra con las iniciales de la lista de elementos a recordar.
1. EN DEPRESIÓN.
Ante todo, hay que evitar que cualquier comportamiento depresivo sea "premiado"; sobre todo los relativos al mantenimiento de actividades diarias (no quedar en la cama, aseo, vestido, comidas, paseo,...).
Respecto del llanto, puede ser beneficioso como desahogo, pero debe evitarse que se convierta en una forma de asegurar la atención de los que rodean al anciano.
Los problemas de sueño pueden paliarse mediante el control de horarios de sueño y vigilia, aunque la tendencia a levantarse temprano suele ser resistente a cualquier tratamiento.
Conviene ayudar a la realización de comportamientos "de actividad", incluso utilizando la instigación física. Suele ser muy útil asociar diferentes actividades del anciano, como cadenas de comportamientos, de forma que la consecución de la primera conducta facilite la aparición de las restantes.
Respecto de los pensamientos depresivos, la estrategia general consiste en relativizar los contenidos, indicando al anciano los aspectos positivos o alternativos al pensamiento concreto.
En caso de riesgo de suicidio, se requerirá de asistencia especializada, aunque conviene seguir las siguientes recomendaciones:
o Tomar en serio las amenazas de suicidio.
o Vigilar al anciano en riesgo, impidiendo incluso que permanezca sólo.
o Tomar medidas de seguridad (cerrar la puerta, esconder objetos peligrosos,...).
o Estar muy alerta respecto de un cambio de humor positivo, puede ser indicio de inminencia del intento de suicidio.
NECESIDAD DE ACTIVIDAD FÍSICA Y MENTAL
Es de sobra reconocida la influencia positiva que en los ancianos tiene la realización de actividades, en sus sensaciones tanto físicas como psicológicas.
No obstante, en ocasiones parece que "obligar" a las personas mayores a realizar actividades que, de entrada, no realizan de forma espontánea, es una forma de no respetar su libertad y su individualidad.
Entre ambos planteamientos, podemos llegar a un punto medio, en que respetemos la libertad de elección de la persona, al tiempo que fomentemos la realización de diversas actividades.
Y para ello, quizás lo primero sería desterrar un mito arraigado en nuestra cultura; esto es, que a partir de ciertas edades es tarde para iniciar hábitos o cambiar los ya adquiridos.
De hecho, las primeras investigaciones sistemáticas realizadas en occidente demostraron que el funcionamiento intelectual de los ancianos era mejor que lo esperado a partir de los informes de familiares, y de investigaciones anteriores, de carácter biográfico.
Asimismo, se mantiene una gran capacidad para nuevos aprendizajes, con el único requisito de que el procedimiento sea lento, paso a paso, y no se les intente enseñar varias cosas o actividades a la vez.
  • Actividades recomendables.
Decidir qué tipo de actividades son adecuadas para cada persona mayor es sencillo si tenemos en cuenta dos principios:
A. Observar las actividades que los ancianos realizan cotidianamente y, a partir de ellas, elaborar un listado de otras actividades posibles a realizar. Ir siempre desde lo más sencillo para ellos, e instigar pequeños cambios en su comportamiento. Alabarles sinceramente la realización de sus actividades.
B. No obligarles a realizar tareas que consideren desagradables, molestas o degradantes.
Algunas de las actividades recomendables genéricamente son:
· Paseos al aire libre. Favorecen la capacidad respiratoria, activan la circulación sanguínea, favorecen la actividad mental y mejoran el estado general.
· Actividades diarias. Favorecen el mantenimiento de una cierta autonomía (marcar números de teléfono, abrir y cerrar grifos, colocar la ropa en perchas, calzarse, etc), al tiempo que afianzan hábitos de actividad.
· Hábitos de salud positivos. También sirven para el mantenimiento de la autonomía funcional del anciano, al tiempo que previenen o controlan la aparición de problemas de salud. Dentro de estos hábitos podemos citar la higiene corporal general (ducha-baño, higiene buco-dental, higiene de los pies), horario de comidas, dieta sana, etc.
· Ejercicio no violento. El hábito de ejercicio diario ayuda a combatir los achaques naturales de la vejez, y ejerce un efecto benéfico sobre todo el organismo. Está comprobada su efectividad como reductor de los síntomas de ansiedad y estrés, y su efecto antidepresivo. Subir escaleras o jugar a la petanca, si se realizan habitualmente, son buenos ejercicios.
· Evitar el sedentarismo. La inactividad predice una vejez patológica.
· Respeto al horario y duración del sueño. Es una necesidad equilibrar la actividad y el reposo. En muchas ocasiones, el anciano duerme durante el día y sufre de insomnio nocturno. Una buena manera de evitar esta inversión del horario del sueño es mantener un adecuado programa de actividades diurnas.
· Mantenimiento de la capacidad visual. La vista es un sentido de crucial importancia para relacionarnos con el entorno. Algunas normas de higiene visual son: no forzar la vista, utilizar las gafas y leer con luz adecuada. La conservación de la vista favorece, además, el hábito de la lectura, que permite al anciano adquirir conocimientos, entretenerse y estar al día de los sucesos del mundo.
· Trabajos manuales. El estímulo de nuevos aprendizajes puede ser un motivador importante para el anciano. La actividad manual, además, permite ocupar el tiempo libre y ejercitar la mente.
· Aficiones. Hacer crucigramas, puzzles o juegos de mesa también sirve para ejercitar la mente. Además, las aficiones colectivas evitan el aislamiento.
· Relación con otras personas. Unas buenas relaciones sociales alargan la vida en cantidad y calidad, al tiempo que sirven para intercambiar afectos, participar de la vida social y favorecer el sentimiento de vinculación del anciano.
· Conversación. Favoreciendo la expresión de emociones y la rememoración. Respecto de esta última, la evocación posee siempre un significado personal para cada uno y en los ancianos fortalece su autoestima, al tiempo que nos provee de información sobre aspectos que pueden ser relevantes en nuestra relación con ellos.
· Nuestra actitud.
El cuidado de personas nunca es fácil, pues se involucran sentimientos y emociones en la relación de ayuda. Quizás la mejor manera de enfrentar estas situaciones sea el conocimiento de uno mismo.
Aunque este tema se trata con detalle en otros módulos, si cabe citar aquí dos reglas de oro de comportamiento, en orden a promover la actividad creativa de los ancianos:
A. Aceptación incondicional. Enfrente de nosotros tenemos a una persona respetable por encima de todo. Y debemos hacerle percibir ese respeto, interesándonos por sus problemas o inquietudes, al margen de que objetivamente sean tan importantes.
B. Comprensión empática. Intentando ver la realidad desde su punto de vista y facilitando la expresión de estados de ánimo y emociones.

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